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09 marzo 2007 |
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Enseñar a rezar a nuestros hijos
Hoy es más necesario que nunca que los niños recen. Para que su alma madure, para que salven al mundo de la mediocridad espiritual que a todos nos aturde, para que nos ayuden a salir de las arenas movedizas de un tedio al que jamás podremos acostumbrarnos. Guillermo Urbizu.
Rezar no es una cuestión de palabras. Y así debemos enseñárselo a nuestros hijos. Es algo que tiene más que ver con la sonrisa del alma. O con el dolor del corazón. Por eso no es algo aburrido y monótono, que es la excusa más frecuente de los niños. Hay que mostrarles que la entraña de la oración es la aventura más importante de sus vidas. La aventura de su propia felicidad. En ella el protagonista principal es Jesús, que necesita de su compañía, de su valentía. Porque hoy son muy pocos los que se atreven a decir -alto y claro- que son amigos de Dios. ¿Verdad papás?
Y es así como, por ejemplo, llegamos tarde a la Santa Misa, o jugamos con algún juguete mientras Jesús se desangra, o no nos arrodillamos cuando está dando Su vida por nuestra vida, o comulgamos de cualquier manera, o nos escabullimos precipitadamente de la iglesia… Habrá que escribir una vez más lo obvio: para que los niños vayan adquiriendo el hábito de conversar con Jesús, lo coherente es que nos vean a nosotros -madres y padres- conversar con Jesús. Ese es el mejor argumento. El único creíble.
Hoy es más
necesario que nunca que los niños recen. Para que su alma madure, para
que salven al mundo de la mediocridad espiritual que a todos nos aturde,
para que nos ayuden a salir de las arenas movedizas de un tedio al que
jamás podremos acostumbrarnos. Porque el corazón del hombre está
“fabricado” para darse a los demás. Amar y ser amado es la síntesis de
nuestra vida sobre la tierra. Lo demás es tristeza y ganas de enredar
las cosas. Y eso los niños lo perciben. Vaya si lo perciben.
Papás: rezar no cansa. Cuando se ama. Porque el amor no cansa. Y somos lo que amamos. Somos lo que rezamos. Debemos convencernos de esta realidad. Cada hijo es un milagro, cada hijo es una historia de amor. Y todos somos hijos de Dios.
GUILLERMO URBIZU
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